1-91_14A_P2Chr·st··n· es la representación gráfica de un drama personal, fragmentada en veinticuatro capítulos.
También supone una extrapolación al ámbito del prójimo de un método íntimo ya practicado con éxito en el proceso personal Alomar 0, donde el autor fue aplastando su cara por el mundo durante años frente a situaciones sociales sorprendentes, difíciles de soportar y/o entender.
El proceso de elaboración de Chr·st··n· se prolongó por espacio de dos años y medio. Mediante citas concertadas por teléfono, convenciendo sutilmente a las familias para que “cediesen” a sus hijos para una causa justa, se fueron conformando decenas y decenas de acciones en las que los bebés, unas veces de buena gana, otras forzados por la fuerza por sus padres, tuvieron que enfrentarse a una experiencia sorpresiva.
Hubo cabezazos, golpes, lloros, rabietas, peleas entre los propios familiares y también muy buen humor. Las situaciones más jocosas se dieron en aquellos niños que disfrutaban de lamer la pared. A los más despistados se les tuvo que untar el muro de miel o mermelada, ya que no había forma humana de acercarlos a él.
También supone una extrapolación al ámbito del prójimo de un método íntimo ya practicado con éxito en el proceso personal Alomar 0, donde el autor fue aplastando su cara por el mundo durante años frente a situaciones sociales sorprendentes, difíciles de soportar y/o entender.
El proceso de elaboración de Chr·st··n· se prolongó por espacio de dos años y medio. Mediante citas concertadas por teléfono, convenciendo sutilmente a las familias para que “cediesen” a sus hijos para una causa justa, se fueron conformando decenas y decenas de acciones en las que los bebés, unas veces de buena gana, otras forzados por la fuerza por sus padres, tuvieron que enfrentarse a una experiencia sorpresiva.
Hubo cabezazos, golpes, lloros, rabietas, peleas entre los propios familiares y también muy buen humor. Las situaciones más jocosas se dieron en aquellos niños que disfrutaban de lamer la pared. A los más despistados se les tuvo que untar el muro de miel o mermelada, ya que no había forma humana de acercarlos a él.
